El 2 de septiembre de 1591, ante la expectación general de los vecinos de Santiago del Saltillo, congregados en la mesa del Ojo de Agua, llegó una enorme caravana de carros y carretas custodiada por unos cuantos soldados a las órdenes del capitán Francisco de Urdiñola. Acompañaban a este jefe tres franciscanos: fray Juan de Terrones, fray Cristobal de Espinosa y fray Alonso Montesinos.
En los carros venían acomodadas las familias tlaxcaltecas, un total de setenta y una, en un hacinamiento de mujeres y pequeños, de mobiliario elemental y de enseres de cocina, de víveres y de animales domésticos, de semillas de flores y de pequeños árboles frutales, en apretados haces, con las raíces cubiertas y húmedas: manzanos, perales, membrillos, etcétera, extraídos de los vergeles de Huexotzingo y cuidados con amores paternales durante su larga peregrinación. No faltaban allí retoños de magueyes destinados a proporcionarles con el tiempo la bebida favorita de su madre patria.
Marchando en los flancos de los carros, severos y orgullosos, con sus tilmas de variados colores, ochenta y seis tlaxcaltecas, de los cuales setenta y uno eran jefes de familia y dieciséis solteros.
Acompañaban a Urdiñola, a caballo, los tlaxcaltecas Buenaventura de Paz y Joaquín de Velazco, el primero indio principal de Tlaxcala, nieto del guerrero Xicoténcatl y comisionado para establecer a sus compatriotas en las inmediaciones de Saltillo, y el segundo, nombrado gobernador de sus compatriotas en el pueblo que ellos fundaran, de acuerdo con un cabildo integrado por un alcalde, un regidor, un alguacil mayor y un fiscal de la iglesia. […]
Por varios días, el capitán Urdiñola, acompañado de las autoridades de Saltillo, de los religiosos franciscanos y de los indios principales de Tlaxcala, recorrió y examinó todas las tierras y manantiales del extenso valle, con el objeto de escoger concienzudamente el sitio más apropiado para el establecimiento de la nueva población, la cual debería congregar a los tlaxcaltecas, a los cuauhchichiles y rayados.
En 13 de septiembre de 1591, Urdiñola señaló el sitio para el convento y el pueblo de los tlaxcaltecas, que llamó a petición de los mismos indios, de San Esteban de la Nueva Tlaxcala, por ser el santo mencionado, el patrono de Tizatlán, de donde procedían todos.
Escultura de Erasmo Fuentes de Hoyos ubicada en la Plaza de la Nueva Tlaxcala en Saltillo. Fotografía de Esteban Sosa, 2013.
Tomado de Vito Alessio Robles, Acapulco, Saltillo y Monterrey en la historia y en la leyenda. Editorial Porrúa, México, 1978, pp. 141-143. Biblioteca del Archivo Municipal de Saltillo.