¿quién era jorge saldaña?
—Jesús de León—
¿Quién se acuerda de Jorge Saldaña? ¿Quién se acuerda de los programas que él condujo en la televisión de los años sesenta y setenta? Su programa de debate Anatomías, donde dialogaban los intelectuales de la época y después sus Sábados con Saldaña, un programa que duraba varias horas y que combinaba en una sola emisión lo que ahora nosotros encontramos disperso en el Discovery Chanel, en Clasics & Art, el canal de Conaculta y algunos segmentos de noticiarios que ahora se conocen como “de opinión”.
En cierto modo, Sábados con Saldaña era una especie de antídoto preventivo o de escudo de lo que iba a ser al día siguiente Siempre en domingo con Raúl Velasco.
Entre las cosas que podemos agradecerle a Saldaña, está el haber introducido en la televisión al cuentista Juan José Arreola, quien sostenía en su programa una cápsula de quince minutos titulada “Decíamos ayer”, frase con la que fray Luis de León reanudó sus clases en la Universidad de Salamanca, después de haber pasado varios años injustamente preso en la cárcel de la Inquisición. Ahí vimos por primera vez a Arreola ya totalmente erigido en personaje de sí mismo: chaleco, bastón, capa española, pantalones de tweed inglés, zapatos negros de charol con polainas, su ondulada cabellera rubia llegándole a los hombros y su angélica expresión de caballero culto tocado con el don de la elocuencia. Hay que decirlo: ése fue el mejor momento de Arreola ante las cámaras de televisión. Decía cosas inteligentes, brillantes, amenas, con su impecable dicción de alumno de la comedia francesa y su dominio escénico obtenido en la experiencia de pasar por el grupo “Poesía en voz alta”. Es una lástima que, en aquella época, el Canal 13 sólo se transmitiera en la Ciudad de México y que sólo hasta el final, en su última etapa, el programa de Sábados con Saldaña alcanzara proyección nacional. Más tarde, Arreola aceptaría un trato leonino con Televisa, que resultó muy desgastante para su imagen. Para colmo, se vio obligado a competir con otro intelectual que, a diferencia de él, había hecho sus armas en el cine en vez del teatro: Ricardo Garibay. El contraste no podía ser más brutal. En un programa de Televisa, Arreola no dejaba de hablar y, en su programa de Canal 13, Garibay no dejaba hablar a nadie… Hasta que se topó con la Beba Galván, quien ni tarda ni perezosa lo calló presentándole al Calentureitor.
¿Y mientras tanto, qué pasó con Jorge Saldaña? Como todo intelectual con algo de sentido crítico, llegó un momento en que se volvió muy incómodo para el sistema y perdió sus espacios en televisión, aunque hay quienes dicen que la verdadera razón es que a veces invitaba a su programa a Óscar Chávez y el trío Los Morales quienes, además de cantar parodias políticas sumamente cáusticas, invitaban a Saldaña a que cantara con ellos y, como el hombre desentonaba mucho, pues que lo mandan a volar.
El consuelo de don Jorge, durante esos períodos de ostracismo, era irse a su terruño, un pequeño pueblo del estado de Veracruz, donde él tenía una estación de radio, desde la cual podía despotricar contra todo y contra todos, sin que nadie se lo impidiera.
Por lo menos él tuvo ese consuelo, no todos corren con tanta suerte. Yo, por ejemplo, no podría hacer algo así en mi terruño sin despertar la ira del cronista de la ciudad, quien ya tiene su propia estación de radio, que todo el mundo escucha forzosamente entre las cuatro y la seis de la tarde, que en Saltillo es la hora de la siesta y, en medio de tanto ronquido, quién diablos se va a atrever a despotricar. Tendría que ser campanero de Catedral para que me hicieran caso.
Bueno, pero vuelvo a mi pregunta: ¿quién se acuerda ahora de Jorge Saldaña? Yo, a decir verdad, no lo hubiera recordado, si no fuera porque, navegando por Internet, tropecé con la noticia de su muerte. Y haciendo un ligero repaso en mis recuerdos, sólo me queda concluir que Saldaña representó hasta su muerte a un tipo de intelectual que ya no existe en este país. Un intelectual para el cual crítica y cultura eran términos sinónimos. Un personaje público que demostró que la inteligencia no estaba peleada con los medios masivos de comunicación y también, si vemos todas las cosas de las que este periodista veracruzano fue precursor, debemos sorprendernos de su enorme capacidad de trabajo y de lo originales y productivas que siguen siendo hasta la fecha muchas de sus ideas.
Por ejemplo, la idea —que sonaba extravagante en su época— de la “televicracia”, o sea, la posibilidad de ejercer el poder a través de los medios masivos de comunicación. En la época en que él dijo esto, hace como cuarenta o cincuenta años, con pocos canales de proyección nacional y el monopolio televisivo sometido con mano de hierro a la censura gubernamental, esa posibilidad se antojaba absurda y, sin embargo, ahora con el monopolio televisivo rivalizando en omnipotencia con el mismísimo Creador, hasta dejar la impresión de que él es el que controla el poder político, la tesis de Saldaña adquiere unos apocalípticos tonos de profecía que el propio Saldaña, si viviera, tampoco podría creer. ¿Un Orwel nacido en Veracruz? Eso ni el programa de Ensalada de locos donde Alejandro Suárez se encargaba de satirizar a Saldaña en el squetch “Locomonías”.
Pues bien, Jorge Saldaña, ahora todo el país es una sangrienta caricatura. Descansa en paz.