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Carranza a través de tres autores

Gabriela Román Jáquez

En la conmemoración del centenario de la Convención de Aguascalientes es fundamental reflexionar sobre la actuación de Venustiano Carranza y el constitucionalismo durante el período conocido como la Revolución Mexicana. La convención revolucionaria de 1914 fue un ensayo de democracia que fracasó y lo que se logró fue la división y pugna entre los diferentes grupos que se habían unido para derrotar al gobierno ilegítimo encabezado por el general Victoriano Huerta y un grupo de empresarios porfiristas apoyados por el embajador de los Estados Unidos en México.

 

Carranza y su grupo lograron derrotar militarmente a Francisco Villa y Emiliano Zapata pero con la promulgación de la nueva Constitución en 1917 culminó el triunfo político de los constitucionalistas. Sin embargo, la sucesión presidencial en 1920 se convirtió en el talón de Aquiles del nuevo régimen. Carranza, convencido de que México había vuelto al camino del estado de derecho y no era necesario que los militares gobernaran al país, propuso al ingeniero Bonillas como el candidato del partido civilista, pero esto fue un riesgo demasiado peligroso para el presidente Carranza. Alan Knight en su libro La Revolución Mexicana afirma que el gran problema de los presidentes mexicanos, hasta la segunda mitad del siglo XX, fue su afán de trascender su período de gobierno imponiendo un candidato oficial. El primero que lo hizo fue Carranza.

 

Para este artículo se eligieron los textos de Alfredo Breceda, Miguel Alessio Robles y el general Antonio I. Villarreal, norteños y cercanos a Carranza durante el periodo entre 1913 y 1917. Posteriormente todos ellos tomaron posturas diferentes ante la candidatura oficial del ingeniero Bonillas.

 

Para finales de 1919, ya era evidente la oposición que existía entre un buen número de generales revolucionarios encabezado por el general Álvaro Obregón. Para la primavera de 1920, el gobierno de Carranza estaba a punto de terminar. Sólo que nadie imaginó entonces la tragedia del Tlaxcalantongo y cómo el hombre que había encabezado la lucha contra el gobierno huertista moriría en un sitio lejano de la sierra de Puebla.

 

En las siguientes semanas después de su asesinato, apareció una serie de textos, que se extendió a lo largo de 1920, donde los opositores pero también los seguidores del presidente definieron su postura sobre el gobierno de Carranza. Para nosotros, se han convertido en una fuente fundamental para conocer y comprender el actuar de este gran coahuilense.

 

Ante esto, Alfredo Breceda publicó un libro titulado México Revolucionario en dos tomos; el primero, en Madrid ese mismo año de 1920; y el segundo, en 1941, cuando regresó del exilio, como muchos seguidores de Carranza, bajo el ambiente de reconciliación que promovió el general Lázaro Cárdenas. Sin embargo, en un ejemplar de México Revolucionario, segundo tomo, Vito Alessio Robles anotó el 22 de diciembre de 1941: “este tomo tampoco fue escrito por Alfredo Breceda, cuasi analfabeto. Su autor fue Manuel Ortigosa… oficial que estuvo en la campaña del Yaqui en la época porfiriana… Ortigosa era un poeta y tenía conocimientos militares. Breceda es un ignorante enteramente lego en asuntos militares. Es un general sin Batallas”.

 

Este párrafo muestra las fuertes pasiones que aún, después de tres décadas, suscitaba la revolución entre sus participantes principales.

 

Pero Breceda, en el primer tomo de su México Revolucionario comenta cómo los gobernadores y no sólo los generales triunfadores fomentaron la oposición a Carranza; cita específicamente el caso del general Antonio I. Villarreal, gobernador de Nuevo León: “muchos de ellos se convirtieron en elementos agresivos hacia la primera jefatura, como el general Antonio I. Villarreal, que transformó en cacicazgo el gobierno de Nuevo León”.

 

Hay que recordar que Villarreal se convirtió en uno de los grandes opositores a Carranza cuando supo de la candidatura de Bonillas. Así, en un libro editado por José Vasconcelos titulado La caída de Carranza, en el que participaron Álvaro Obregón, Villarreal, González Martínez y Miguel Alessio Robles, aparecen diversos textos donde se destruye la figura del presidente Carranza.

 

Villarreal afirma que la postura de Carranza llevaría a México a una nueva guerra, ya que la mayoría de los gobernadores no apoyan al candidato Bonillas. Y termina: “Os juzgais en vuestras ciudadelas al abrigo de la desgracia; pero ¿no he visto yo caer dos tiranos? El tercero es el que ahora manda. También a él he de verle caer rápidamente e ignominiosamente”. Para Villarreal, la doctrina Carranza era la sumisión incondicional; afirma: “llamaba lealtad al servilismo; traición a cualquier gesto de altivez”.

 

Mientras Miguel Alessio Robles afirmaba en este mismo libro: “La República quiere que con el actual Presidente caiga, para no levantarse nunca, un sistema de gobierno que sólo engendra tiranos”. “Con cuanta verdad decía el ciudadano Obregón que las revoluciones las provocan los gobiernos despóticos que se resisten a escuchar las demandas legítimas de los pueblos”. “Vamos, pues con toda sinceridad, a predicar por todas partes que a la República conviene la transmisión pacífica del Poder; y que es indispensable sentar de una vez por todas el sagrado precedente de que el jefe de la Nación debe retirarse a la vida privada el mismo día que termine su período presidencial, cualquiera que sean los conflictos interiores o exteriores que aflijan a la Patria”. Muchos años después, la opinión de Miguel Alessio Robles sobre Carranza es tan distinta en su libro Historia Política de la Revolución Mexicana, donde el ex presidente era definido por Alessio Robles como: “su gallarda actitud asumida la inolvidable noche del 18 de febrero de 1913, desconociendo al gobierno usurpador de Victoriano Huerta. Esa actitud nunca la empañó con un acto de debilidad o cobardía. Esa actitud no se compara con nada en el mundo. Se conquista con el valor, con la entereza, con la vergüenza, con el decoro, con la honradez, con la dignidad, con la energía, con la virtud, con el patriotismo, con el carácter. Todas esas virtudes las heredó Carranza de su madre, una mujer coahuilense, que inculcó en su corazón desde niño el amor a su Patria”.

 

Para concluir, esta frase de Alfredo Breceda es quizá más acertada para recordar al presidente Carranza: “sería el único gobernador que se levantaría en armas para lanzarse a la gloriosa aventura de restaurar el orden constitucional. En efecto Carranza, loco como lo juzgaron algunos; cuerdo, como lo ponderó la historia, fue el único que empuñó la bandera de la legalidad”.

 

 

 

Bibliografía

Alessio Robles, Miguel, Historia Política de la Revolución Mexicana, Gobierno de Coahuila, 2008;

Breceda, Alfredo, México Revolucionario, Tomo I, Madrid, 1920; Breceda, Alfredo, México Revolucionario, Tomo II, México, 1941;

Knight, Alan, La Revolución Mexicana, Fondo de Cultura Económica, México, 2008;

Vasconcelos, José, La caída de Carranza, México, 1920.

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