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Cañón admonitorio

Esta casa es singular por varias razones. La más conocida es que fue residencia del licenciado Miguel Cárdenas, gobernador de Coahuila, el último del régimen porfirista. La foto corresponde a una época muy posterior y está tan bien tomada que llegó a utilizarse de postal, como ésta donde don Antonio se disculpa por no poder escribir más, en vista de sus ocupaciones, y se limita a enviar un escueto saludo.

 

Pero ésta no es la única particularidad de la casa. Si ustedes se fijan en la fotografía, verán que en la esquina está clavado verticalmente el cilindro de un viejo cañón, de esos que dejaron abandonados los norteamericanos después de la Batalla de la Angostura y la ocupación de Saltillo. No sabemos a quién se le ocurrió recogerlo ni a través de qué habilidades y esfuerzos logró clavarlo afuera de la casa, como si quisiera soltarle un cañonazo al cielo, en vista de lo ingrato que se comportó el creador, al permitir que los saltillenses sufriéramos el dominio norteamericano.

 

Habrá quienes piensen de manera menos sacrílega y simplemente imaginen que este cañón fue puesto ahí a manera de dedo admonitorio, advertencia para los saltillenses de que debemos de estar alertas por si a los gringos se les ocurría hacernos otra trastada.

 

La advertencia no estuvo de más. La casa aún existe y está ubicada en la esquina de las calles de Allende y Lerdo. Pero si algún curioso quisiera buscar ahora en esa esquina el cañón admonitorio, me temo que se va a decepcionar. Tamaño pertrecho militar fue trasladado por las autoridades a la Alameda, donde luce menos extravagante, pero también menos llamativo a ojos de los paseantes.

 

No se preocupen: algo me dice que muy pronto verán muchos cañones adentro y afuera de las casas saltillenses. No porque los güeros nos vuelvan a invadir (creo que andan por Toluca) sino por los cada vez más frecuentes hundimientos de tierra. Esos cañones sí que dejan boquete. / Jesús de León

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