a 75 AÑOS DEL EXILIO
ESPAÑOL EN MÉXICO
Entre España y México
A bordo del Sinaia
Qué hilo tan fino, qué delgado junco
—de acero fiel —nos une y nos separa
con España presente en el recuerdo,
con México presente en la esperanza.
Repite el mar sus cóncavos azules,
repite el cielo sus tranquilas aguas
y entre el cielo y el mar ensayan vuelos
de análoga ambición, nuestras miradas.
España que perdimos, no nos pierdas;
guárdanos en tu frente derrumbada,
conserva a tu costado el hueco vivo
de nuestra ausencia amarga
que un día volveremos, más veloces,
sobre la densa y poderosa espalda
de este mar, con los brazos ondeantes
y el latido del mar en la garganta.
Y tú, México libre, pueblo abierto
al ágil viento y a la luz del alba,
indios de clara estirpe, campesinos
con tierras, con simientes y con máquinas;
proletarios gigantes de anchas manos
que forjan el destino de la Patria;
pueblo libre de México:
como otro tiempo por la mar salada
te va un río español de sangre roja,
de generosa sangre desbordada.
Pero eres tú esta vez quien nos conquistas,
y para siempre, ¡oh vieja y nueva España!
Pedro Garfias
Tomado de Carlos Eduardo Gutiérrez Arce (recopilación y prólogo),
Pedro Garfias, Poeta. Ayuntamiento de Guadalajara,
Guadalajara, 1985, p. 108 y 155.
Entre España y México
Pedro Garfias es hoy un gran desconocido. […] La mayor parte de su obra está escrita y publicada en ese país [México], a donde llegó en 1939, como varias decenas de desterrados españoles más, gracias al gesto de hospitalidad sin precedente, como el mundo entero reconoce y admira, que con nosotros tuvo el pueblo y el gobierno mexicanos presididos por el general Lázaro Cárdenas.
Al abrir las puertas de su nación para literalmente salvarle la vida, al abrirle la puerta de sus instituciones de cultura, de sus fábricas, de sus talleres para que en ellos pudiera con dignidad, no sólo subsistir, sino continuar su obra creadora esa muchedumbre doliente y perseguida, además de una razón de radical solidaridad humana, más allá de la afirmación de una lealtad política que, sin duda, también supuso, ese memorable gesto expresó la voluntad mexicana de asumir una grave responsabilidad: la de salvaguardar una porción muy grande de la cultura española, en peligro inminente de dispersarse y aún de ser aniquilada.
Luis Rius
Un español habla de su tierra
Las playas, parameras
Al rubio sol durmiendo,
Los oteros, las vegas
En paz, a solas, lejos;
Los castillos, ermitas,
Cortijos y conventos,
La vida con la historia,
Tan dulces al recuerdo,
Ellos, los vencedores
Caínes sempiternos,
De todo me arrancaron.
Me dejan el destierro.
Una mano divina
Tu tierra alzó en mi cuerpo
Y allí la voz dispuso
Que hablase tu silencio.
Contigo solo estaba,
En ti sola creyendo;
Pensar tu nombre ahora
Envenena mis sueños.
Amargos son los días
De la vida, viviendo
Sólo una larga espera
A fuerza de recuerdos.
Un día, tú ya libre
De la mentira de ellos,
Me buscarás. Entonces
¿Qué ha de decir un muerto?
Luis Cernuda
Luis Cernuda, La realidad y el deseo [1924-1962].
Fondo de Cultura Económica, cuarta edición, 1964, p. 182.
Mejor muertos que vivos
…aquello que […] escribió Cernuda sobre el destino de los poetas muertos parece hoy pensado y dicho sobre su propia muerte: “¿Qué país sobrelleva a gusto a sus poetas? A sus poetas vivos, quiero decir, pues a los muertos, ya sabemos que no hay país que no adore a los suyos.” España no es una excepción. Nada más natural que las revistas literarias de la península publiquen homenajes al poeta. […] su obra es uno de los testimonios más impresionantes de esta situación, verdaderamente única, del hombre moderno: estamos condenados a una soledad promiscua y nuestra prisión es tan grande como el planeta. No hay salida ni entrada. Vamos de lo mismo a lo mismo. Sevilla, Madrid, Toulouse, Glasgow, Londres, Nueva York, México, San Francisco: ¿Cernuda estuvo de veras en esas ciudades?, ¿en dónde están realmente esos sitios?
Octavio Paz
Tomado de Octavio Paz, Cuadrivio. Editorial Joaquín Mortiz, quinta edición, México, 1980 (serie del volador), pp. 167 y 171.