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LIBROS: buena nota

para el Archivo

Esperanza Dávila Sota

Pasó sin pena ni gloria, el pasado miércoles 23, el Día internacional del libro, pero sí con una buena nota para el Archivo Municipal de Saltillo: sacó todos los libros guardados en sus bodegas, editados en su mayoría por la propia institución, y los vendió a precios simbólicos, y en muchos casos los regaló, sobre todo a las bibliotecas en las que pueden ser consultados por estudiantes y personas interesadas en la lectura. Eso sí es hacer algo por la lectura en un país en que casi nada se hace a favor de los libros. Cabe preguntarse: ¿Qué hacemos los mexicanos en particular a ese respecto? Por más eslogan como aquel “México, país de lectores” que utilizara el Gobierno Federal 2001 como Año de la Lectura, y aparte de algunos tibios programas efectuados en los últimos años a favor de esa actividad, es escandalosamente poco lo que hacemos. México sigue siendo un país de escasos lectores.

 

La historia del libro es deslumbrante. Muchas veces causa discordia o discusiones, manifestaciones partidistas y hasta se convierte en bandera política. Eso ha sucedido en todo el mundo y México no se queda atrás. Un ejemplo no muy lejano se dio a raíz del intento de aplicar a los libros el impuesto al valor agregado.

 

Se les alaba o se les calumnia, se les defiende o se les acusa, se les esconde o se les presume. Se imprimen a hurtadillas, a veces en tiradas de unos cuantos ejemplares para uso y placer de unos pocos, y otras en miles y millones de ejemplares. En otros tiempos fueron causa de guerras o de juicios inquisitoriales que llevaron a la horca o a la hoguera a escritores y a impresores. Han sido utilizados por los tiranos para eliminar inconformes, perpetuarse en el poder y propagar sus doctrinas. Igual han sido objeto de desprestigio y señalamiento, que de alabanza y agasajo para su autor.

 

Sobre los libros se han dicho infinidad de cosas, algunas con sentido y otras sin él. Hay textos bellísimos escritos precisamente por los que se dedican a escribir y leer y todavía se puede decir mucho más, pero mejor repasemos algunos pensamientos vertidos por escritores juzgados unánimemente grandes por la humanidad:

 

“Al libro se le puede interrogar sin límite acerca del misterio que guardan sus páginas. Para millones de seres humanos en todos los países, Balzac, Dickens, Tolstoi, Cervantes, Dante, han establecido lazos maravillosos de mutuo acercamiento entre hombres que todo parecía separar. Son como ventanales abiertos sobre los paisajes de otras almas y de otros pueblos. Gracias a ellos podemos evadirnos de los estrechos límites de nuestro pequeño universo personal…”. André Maurois.

 

“He leído casi todo lo que han escrito nuestros historiadores, nuestros poetas y aún nuestros narradores… La palabra escrita me enseñó a escuchar la voz humana un poco como las grandes actitudes inmóviles de las estatuas me enseñaron a apreciar los gestos. En cambio y posteriormente, la vida me aclaró los libros”. Marguerite Yourcenar.

 

“De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y la imaginación”. Jorge Luis Borges.

 

 

 

Tomado de Esperanza Dávila, “Desde mi barrio”, periódico Vanguardia,

27 de abril de 2014, “Mi Ciudad”, p. 2.

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